Max vino a entregar su corazón

                             

 

                                    "Quien alimenta a un animal hambriento, alimenta a su propia                                               alma."

                                             Charles Chaplin 

                          

   Nuestro primer encuentro, hace diez meses, fue poco propenso para que naciera la amistad: Max gruñía agresivamente, mostrándome su desconfianza junto a la dentadura presta a "rectificar" mi atrevimiento; había estado en esa casa deshabitada y se había tomado en serio el papel de fiel guardián. Yo ignorè los consejos de su "dueño", quien me advertía de los peligros de mi maniobra de acercamiento...y lentamente me aproximè, milímetro a milímetro hasta que nuestras miradas se cruzaron más de cerca y la magia ocurrió: "cuando tocas a un animal, ese animal toca tu corazón"... y me lo llevè en ese mismo instante , con la autorización de mi hermano Dunieski, quien cedió a mi pedido mostrando tambièn una gran comprensión por el tierno momento que acababa de presenciar.

Max llegó a nuestra casa y corrió por todos los pasillos como un poseído, en un arrebato de felicidad, reconociendo cada rincón del aposento bajo... luego subimos mi esposa y yo, a la segunda planta, y Max junto a nosotros, ya no se separó ni un segundo de nuestro lado...

Como un libreto, aprendido no sè dónde, adivinaba por dónde iba a transitar, por cual escalera iba a bajar o subir, y ahí estaba loco de contento, tratando de agradarnos, vibrando en extasis y alegría contagiosa.

Con la avidez de un perro guardián experimentado se echaba a mis pies, de manera que su cuerpo quedaba literalmente debajo de mis piernas y su cabeza asomaba en el frente como deduciendo que así estaría en mejor posición para defenderme. Subía, bajaba, entraba, salía, cada vez que me movía de lugar. Era un instinto ancestral que dejó atónitos a todos a sólo horas de hacernos inseparables.

Max nos acompañó durante la cuarentena y nos hizo la vida más llevadera esparciendo buena vibra y amor incondicional. Caló tan hondo en nuestros corazones que hasta mi esposa, inicialmente escèptica, terminó acogièndolo con más amor del que se podía esperar.

Cuando salía yo a buscar víveres -tan escasos en nuestra islita- Max se apostaba en el recibidor el tiempo que fuera y de ahí no se movía hasta ver aparecer a su humano favorito.

Leyó cada signo de mi comportamiento con una sabiduría deslumbrante; adivinando mis estados de ánimo...

Cualquiera podía percibir lo que yo estaba haciendo con sólo echarle un vistazo a Max: si estaba deshuesando un pernil de cerdo o limpiando pescado, Max a mi lado embarrado de sobras o cubierto de escamas; si trabajaba albañilería en la casa, Max cubierto de cemento y arena; si pintaba, el salpicado de pintura roja o blanca... A la hora de mis ejercicios se echaba al lado del wing chun dummy permitièndome a duras penas que pudiera hacer mis tandas sin riesgo de golpearlo accidentalmente...

En las noches salía a mi terraza a disfrutar de un puro mientras escuchaba el programa radial "Nocturno" y ahí fiel, a mis pies, a sólo centímetros de mis caricias y su suave respuesta con lamidos, estaba èl, alerta...y sólo se alejaba para ahuyentar "intrusos" en la oscuridad... momentos mágicos donde disfrutábamos ambos la compañía...

En honor a la verdad, en el aposento bajo Max no fue recibido con el mismo entusiasmo, pero èl, un "angel de 4 patas" no reparó en esa hostilidad. Max vino a ofrecer su corazón!

Despuès de 90 días juntos llegó la hora de partir y reintegrarnos a la Realidad 3 D. Sus ojitos tristes me hablaron un idioma extraño, en silencio, quizás ya intuyendo que el adiós era definitvo.

Me he consolado en estos meses con fotos y videos; al tanto de su bienestar en nuestra casa; pero en el aposento bajo, los seres poco evolucionados, conspiraron para deshacerse de èl: pobre gente que pasa por este mundo sin un legado útil, sólo pensando en sus ambiciones personales: desperdiciaron su oportunidad -quizás la última en su grosera existencia- de pertenecer a algo mágico y trascendental... Al final Dunieski recogió a Max y lo devolvió a la casa en obras para ser el custodio fiel las 24 horas.

Otros seres de dudosa evolución terminaron con la vida de Max el pasado 15 de enero: su motivo: robar en la casa! No saben cuánto karma genera quitar la vida premeditadamente a un "angelito de 4 patas" para satisfacer sus bajas pasiones.

Ando desconsolado, con una tristeza, un vacío en el alma que a penas me deja respirar. No siento odio contra los desalmados -y sus cómplices- que perpetraron la fechoría. Siento lástima por la grotesca actuación de su mísera existencia.

Prefiero imaginar a Max corriendo en esa otra Dimensión, en un campo infinito de flores y pasto, encontrando a su paso seres que corresponden a su curiosidad y entrega; porque tiene que existir un lugar mágico donde el amor incondicional de los animales sea valorado y retribuído.

En medio de la pandemia y la paranoia mundial, algunos obran bien y otros se hunden más en el mal. Nuestra Madre "Gaia" atraviesa dolores de parto dando señales del próximo cambio dimensional, así que decido creer que los seres vivos que parten antes que nosotros han desempeñado un papel importante en la Ascensión del Planeta.

Quizás Max está impaciente por regresar, en otro envase físico, quièn sabe con què nueva misión de amor y entrega, quièn sabe con cuántos obstáculos más por tropezar.

Yo me quedo con su imagen viváz, felíz, corriendo como un demente por toda la casa; subiendo, bajando, incansable...recordando como priorizaba su fidelidad a mi esposa a la hora de la comida, mientras hacía poco caso a mis reclamos de "traición" por ser ese el único momento donde me daba la espalda...

Me quedo con el lenguaje de cariño que improvisè para èl: mezcla de palabras cariñosas y otras de origen dudoso – porque cada animal con el que conectamos mágica y entrañablemente nos permite crear un vocabulario único de comunicación que sólo lo entienden los que saben de magia...

Me obligo a sonreir tristemente en esta mañana soleada, frente al lago, mientras alimento a los patos "salvajes", garzas, ardillas y palomas que se acercan cada día a recibir su ración... Doy las gracias al Reino Animal por permitirme entrar en su misterio, por dejarme vibrar en su sintonía...mientras: palpo a Gaia a traves de la suave hierba húmeda bajo mis pies descalzos... una ardilla, confiada, desciende a sólo un metro de distancia y comienza a emitir una extraña "serenata" de sonidos que se me antojan vibratoriamente en armonía con la Creación.

                                                      Enero 23, 2021

                                           EL  "Princeso"

 

 

Hoy viene a mi mente aquella escena donde el pequeño Princeso –como así mismo se decía- dio los primeros pasos. Llevaba días caminando por toda la casa, sostenièndose siempre de los muebles alrededor, y en esa ocasión se atrevió a soltarse y caminar unos pasitos inseguros, pero sonrièndonos, como si pudiera medir, en su corta edad, la magnitud de aquel evento y lo que representaba para nosotros.

 

Su sonrisa iluminó nuestras vidas. No hubo cámara fotográfica para captar la imagen, pero ahí estábamos su madre y yo, para presenciar el logro. Así echó a andar y no ha parado de darnos alegrías en estos diez años.

Recuerdo cuando balbuceaba sus primeras palabras y el enfado –fingido- por mi esposa, porque la palabra “papá” llegó antes a su vocabulario: su primera frase incluía una serie de sonidos incomprensibles, terminada en la palabra “papá”. Nunca supimos el significado de aquel bello discurso que ha producido la alegría más grande de nuestras vidas.

 

El Princeso nació en zurrón y nos tuvo la madrugada del 14 de Julio bien ocupados con su llegada al mundo. Nuestra reina madre quedó muy débil despuès de los dolores y de la operación y yo, vestido de verde, dentro de la sala de cuidados intensivos, no hallaba què hacer con èl para detener su llanto de pequeño tragón que, además de estar insultado por la forma en que lo sacamos del vientre calentito, donde tenía sus condiciones creadas hacía nueve meses, reclamaba a gritos la toma de leche que la madre aún no le podía suministrar. Hubo que llevarlo a otras recièn paridas para ser amamantado. Sólo así se tranqulizó y durmió unas horas.

 

El Princeso ha crecido sano, fuerte, alegre, sabièndose querido y deseado. El sabe que es el centro de nuestras vidas, y su madre –sabia mujer con la que Dios me ha bendecido- lo educa diariamente para que sea un caballero de bien, correcto, formal, humilde, inteligente, sensible, cariñoso…Ella le inculca el respeto y la reverencia al Creador y el Princeso sabe que una simple oración lo separa de Jesús.

El, raramente usa su camita: a pesar de la edad insiste en dormir con nosotros. Unas veces cedo yo, otras cede ella. Los amigos –algunos-nos critican por esa invasion de privacidad matrimonial, pero somos felices así y eso es lo más importante. Lo demás se aprende en el camino. En ocasiones duermo yo en su camita para que èl duerma abrazado a la reina. Nos turnamos, aunque mayormente dormimos los tres ositos, juntos, así lo podemos “machucar” cariñosamente…

 

El Princeso no puede expresar todo su sentir , porque está ocupado en su mundo de juegos, escuela, videos, tareas; pero si se lo pidiera –como dijo Martí- grandes cosas escribiría, porque los niños buenos, aplicados, sensibles –como èl- saben exteriorizar ciertos misterios del alma mejor que nosotros los adultos, que ya estamos viciados con nuestras ambiciones, fracasos e inconformidades.

Los niños sólo ven la parte buena de la historia y, aunque sufren tambièn cuando les falta un ser querido, prefieren pintar la vida de ellos y la de los que los rodean de alegría y felicidad. iDichoso aquel que siempre está cerca e identificado de los niños! , pues mágica e inexplicamente , adquiere sabiduría y se contagia con su festividad de vida. Yo bebí de esa fuente por diez años y aunque hace tiempo que no la tengo a mi lado, me alimento de ella como un loco desesperado que busca la salvación.

 

El recuerdo de mi Princeso me entristece cada mañana al despertar, no tenièndolo a mi lado, con sus preguntas ocurrentes y graciosas y sus besos y “quieritos” expontáneos. Anhelo llevarlo cargado a su camita, despuès de caer rendido y fatigado por la actividad del día. ¡Cuánto no daría por besarlo tiernamente o mordisquear sus piececitos –“que caben en un beso”- en medio de las carcajadas que esto le provoca! ¡Cuánto bien me haría jugar a los abracados por varios minutos y disfrutar su insulto rebelde e infantil cuando lo inmovilizo y no le permito golpearme! ¡Cuánto extraño verlo sentado, disciplinadamente, haciendo sus tareas escolares o escribiendo su diario!

iCon cuanta alegría volvería a dialogar con èl en inglès o alemán, regalándome aquella sonrisa pícara, que me anuncia una adolescencia interesante: combinada de conocimientos acadèmicos, inclinación por la literatura, impulso enamoradizos precoces con las hembras mayores que èl y con la gran sensibilidad que lo caracteriza!

Lo imagino paseando en su biscicleta, corriendo con su amigo Joan, jugando con sus primos Lili y Michael. Lo veo sonriente con flores para abuela Mirtha o su maestra Mayra y la rosa más linda para su madre: no puedo evitar las lágrimas de añoranza…

 

Mi Princeso leerá este artículo y guardará muy dentro de su corazoncito puro los sentimientos más íntimos sin expresar. De pronto ha crecido más de lo habitual. Quizás se pregunte alguna vez por què demora tanto esta separación. El me extraña y valora en toda su magnitud – al igual que yo- cuan precioso y transcendental es amanecer juntos cada día, “machucándonos” , besándonos, jugando a los escondidos con mami por toda la casa, fingiendo que no lo vemos, cuando se escabulle, bajo las sabanas, entonando la melodía de la “pantera rosa”…

 

Pero este capítulo pasará, pronto, y entonces habrá un reencuentro que marcará nuestras vidas para siempre, No habrá necesidad de decirnos cuánto significamos el uno para el otro. Nuestros lazos serán más fuertes de lo que hubièramos imaginado. Seremos el Princeso y yo, padre e hijo, seremos hermanos, seremos amigos, aliados en esta bella aventura en la que estamos destinados, por Decreto Divino, a dispensarnos amor y respeto eternamente. Seremos los tres ositos, unidos, inseparables; yo vigilando, guardian; ella respetada y venerada, en el lugar especial que se colocó el día que se hizo mi reina y lo trajo al mundo convirtièndolo en lo que es: nuestro Princeso.

 

                                                       Miami Beach, diciembre 2005

    El viejo

 

                   “El buen padre, por sus hijos, hasta la honra pone en riesgo”

                                                                         Josè Martí

 

Hoy volví a la casita que lo cobijaba en vida. Me quedè afuera, detenido, con tantos recuerdos agolpándose en mi mente. Creí adivinarlo en la lejana silueta de un anciano que, con paso lento y fatigado, venía de hacer compras -jaba al hombro- directo hacia mi.

Cerrè los ojos y lo imaginè apurado a mi encuentro, con el rostro iluminado, la sonrisa radiante y aquellos gestos que aún sè de memoria. La gorra, de corte “bolchevique” y la pipa entre los labios.

 

  -Vamos a colar cafe

 

Esa era su forma de celebrar mis visitas. Luego le obsequiaba un buen tabaco y lo guardaba como reliquia. Sólo lo encendía si yo insistía, para saborear juntos el cafè.

 

En la casita vacía, ya dentro, sólo recuerdos: la butaca cerca de la televisión, en el mismo lugar donde solía apoyarse aplaudiendo y gritando gozoso las buenas jugadas del equipo de baseball de Santiago de Cuba, durante las series nacionales.

La cama, en la modesta habitación: la misma cama donde exhaló el último suspiro y yo, aunque ausente, sentí en ese mismo momento como si el mundo acabara...minutos de agonía, donde el llanto apenas me permitía coordinar los pensamientos...hasta recibir la noticia funesta, o la confirmación, pues mi alma -tan especial e inexplicamente conectada con la de èl- ya lo sabía: el viejo batallador se había ido.

 

Ni un reproche por mis errores; sólo elogios para mis pocas virtudes. Ni un regaño por mi mala conducta; sólo cumplidos por mis escasos logros en este mundo complicado donde nos tocó vivir emparentados: el de padre, yo de hijo. El, el tronco, yo la rama. El árbol, yo el fruto.

En esa casita, junto a su Biblia, pasó los últimos años: amó, lloró, padeció, tuvo momentos felices. Ahora se nos hace que pudimos haberle procurado mucha más felicidad. Pero èl ya no está.

El viejo caminante se ha ido. No se pudo despedir el arrojado anciano que de joven, bajo el sobrenombre de “Camagúey” solía jugar la segunda base como una estrella de beisbol. El joven boxeador del que se cuentan historias de peleas arregladas sólo para verlo pegar. El mismo que desarmó una vez a la guardia rural en un baile del poblado de Cacocum, Holguin.

 

No hay momento de mi vida donde èl no haya jugado el papel más importante: me enseñó los primeros pasos y a cabalgar en el brioso caballo “Centello”.

Me llevaba a la escuela cada vez. Me visitaba cada mièrcoles en mis años de adolescente becario. No imaginaba entonces, en mi ingenuidad, el gran esfuerzo -con tantas responsabilidades y compromisos- hecho por èl para verme sonreir con solo aparecer con su bolsa llena de dulces y refrescos.

 

Luego llegaron los libros, comprados por èl para mi: Robin Hood, El Conde de Montecristo -nuestro favorito-, La isla del tesoro, Dos años de vacaciones,  La guerra de los diez años, El Grito de Yara y las Obras completas de Josè Martí.

El sentimiento patriótico, inculcado en mí, desde temprana edad, sin alardes de grandeza, humilde como èl mismo, sencillo como cortador de caña.

Su gran orgullo: la honradez.

Su gran pesar: ninguno de los hijos, ni los nietos, salió pelotero como èl.

Su gran sueño: ir a Mèxico y tomarse un tequila con los “valentones” a ritmo de mariachi.

 

Luego mis años en la Habana. Despuès en Europa. Sus cartas, sus ruegos de que obrara bien y buscara mi misión de la vida. Sus regalos: libros, recortes de revistas con nuevos hallazgos de artículos de Martí. No tenía otra cosa más preciada. Así se cultivó de manera autodidacta el viejito de oro que sólo llegó al cuarto grado de primaria porque, al fallecer su padre, tuvo que ayudar a su madre a criar a los otros seis hermanos menores. A partir de libros se ilustró y aprendió a dirigir y a conducirse por la vida. Obrero y padre. Dirigente y tutor. Con alegría, optimismo y una tranquilidad de espíritu sin igual.

 

Me parece verlo jugando pelota con mi hijo. Decía que era como verme niño otra vez. Sonreía con una alegría parecida a la luz del sol.

 

Se ha ido mi viejito de oro, mi compañero de las buenas y las malas; mi confidente, mi gran amigo. A donde èl va, yo no puedo ir por ahora. Lo afeitè y vestí lindo para el encuentro con Jesús. El creía en la vida espiritual eterna. Yo tambièn.

Sin pompa, ni exagerados honores lo llevamos a sepultar.

Por suerte, allá donde èl está, Dios no le permite estar pendiente de nuestras angustias. El esta bien, descansando, satisfecho de haber hecho lo correcto, como siempre: sin reproches, sólo ternura, elogios y amor.



                                                                                                  Cárdenas , Septiembre  2002

 

 


Primera estatua erigida a Cristobal Colon en Cardenas, Cuba

Casa Particular, Viñales, Pinar del Río

 

               El tercer bando

 

                                            “Comer pan sin esperanza es igual a morirse

 

                                              poco a poco de hambre”

 

                                              Perl  S. Buck

 

Con la curiosidad de un ingenuo turista me dedico a observar los cambios económicos y sociales de mi patria. Como un visitante, ajeno, de cierto modo, a quien el gobierno despojó de sus derechos ciudadanos hace una década, me detengo en cada detalle, en cada apertura…

 

Viniendo yo de Miami –donde somos marcados como miembros del Exilio- debo, por “lógica”, pertenecer al bando contrario. Se nos adoctrinó –primero en Cuba- a odiar al “enemigo”, y luego, al llegar a Miami, había que despotricar contra el comunismo para estar a tono con los desterrados históricos.

 

No fue hasta el año 2008  que “desperté del letargo” y constatè que se podía ser neutral y mirar lo positivo de ambas orillas. El Presidente Barack Obama – a quien admiro profundamente- adoptó otras “tácticas” de acercamiento para con el régimen cubano: lo primero fue desmontar las restricciones impuestas a los cubanoamericanos por la Administración de Bush: prohibiciones ridículas que más que castigar al gobierno cubano dañaba el bolsillo –y el corazón- de las familias cubanas en ambos lados. Llegue a pagar 720,00 USD por un pasaje directo de Miami a la Habana con una licencia religiosa (Falsa) en mi bolsillo, mientras moría de vergüenza por “claudicar” ante mis paisanos de “línea dura” que no regresan a Cuba –así se les muera la madrecita en un hospital de pocos recursos- porque sus principios les impiden volver mientras reine el comunismo…

 

Obama le desmontó el negocio a los pícaros de Miami. De ahí lo acusaron de comunista, musulmán, etc. Recientemente le desmontó el negocio (de plaza sitiada) a la Habana con la visita presidencial –acompañado  de su esposa, hijas y suegra- y con su eterna sonrisa desenfadada…

 

Crecimos bajo la amenaza de la invasión del imperialismo: movilizados y adoctrinados política y militarmente. Pero las palabras  de reconciliación del Presidente ante las narices del Comité Central dieron el toque final a la paranoia de la Guerra Fría.

 

Los que abandonamos Cuba hace más de diez años lo hicimos casi en secreto, mintiendo, conspirando…renunciando al regreso. Marcados con la categoría de “salida definitiva”. Pero todo eso cambió! Cierto que la política de acercamiento del vecino del Norte influyó, pero se necesitan dos para bailar un tango.

 

Raúl Castro ha ido creando un sistema donde las aperturas, aunque lentas, se hacen notar. Las causas, la falta de derechos de otrora no son las mismas hoy.

 

Cuando me fui de Cuba era prohibido tener celular, hospedarse en hoteles, rentar vehículos, tener internet, comprar o vender autos o casas, viajar al exterior sin perder las propiedades, etc. Pero más que todo: hay un abanico de categorías de negocios privados donde se pueden desempeñar los ciudadanos de la isla y marcar la diferencia.

 

Acabo de conversar con pequeños empresarios cubanos: dueños de Paladares que facturan entre 1000 y 2000 CUC por día. Señoras ama de casa que rentan dos o más habitaciones. Guías de turismo, especializados, de ciudad y de senderos en los campos: gente emprendedora que, lejos de quejarse, o escapar del país, decidió apostar por un proyecto e intentarlo en casa.

 

Cierto que hay inconformidad generalizada con el sistema de gobierno centralizado. Eso origina lo que yo llamo el “síndrome del escape” –el mismo que sentí yo hace diez años. Dos de cada tres cubanos está haciendo planes para arriesgarlo todo fuera de Cuba lejos de su idioma, de su idiosincrasia…

 

Lo curioso es que están dispuestos a comenzar de cero, con uñas y dientes, en un país extranjero, sin estatus inicial, y sin embargo ni siquiera lo intentan en el lugar donde nacieron y donde conocen todos los mecanismos y “contactos”…

 

En todos los países hay emprendedores y pasivos: gente que aprende a pescar y gente que espera a que otro le regale el pescado.

 

No se trata hoy de ser, inevitablemente, procomunista o anticastrista; de un bando o del otro; se trata de aprovechar la oportunidad y no pasar por alto esa brecha que se abre y por la que muchos cubanos de adentro –y desde el Exilio- se asoman buscando las oportunidades económicas, independientemente de la doctrina política que se profese.

 

A mis compatriotas de la isla les aconsejo que se quejen menos y hagan más. Imaginen que hace diez años nos hubiéramos sublevado contra el gobierno por coartar nuestras libertades y èste, de pronto, nos hubiese concedido de un tirón los derechos a viajar, hacer pequeños negocios privados, comprar y vender casas y automóviles, vacacionar dentro y fuera, tener celular, internet… ¿Cuál sería la excusa para no intentar triunfar y marcar la diferencia?

 

 

 

                                                      La Habana, junio del 2016

 

 

 

 

 

 

                  Los recièn llegados

 

 

 

            Mi familia acaba de llegar de Cuba. En nuestra islita ostentan la fea categoría de “salida definitiva”. Aquí acaban de recibir sus tarjetas de residente. No menciono la cantidad de trámites y dinero invertidos para este gran paso hacia el país de las oportunidades.

 

Y aquí vamos: etapa de adaptación: ellos con nostalgia, yo con alegría de tenerlos acá, al fin…

 

Ya puedo respirar tranquilo, escaparme de los viajes a Cuba con esas agencias que quince días antes del vuelo aún no te pueden decir el precio final… todo un misterio, allá y aquí, como si estuviéramos condenados, atados a esa isla aún después de salir…

 

Ahora puedo desentenderme de las odiosas llamadas telefónicas –la más cara de cuantas existen-, siempre con el temor de que alguien escuche nuestra conversación con el interés “sano” de salvaguardar la patria…

 

Mi familia deslumbrada por la abundancia, sin saber a ciencia cierta de dónde proviene el dinero para adquirir esos artículos y comestibles. Confundidos por tantas ofertas, contratos, trampas, maniobras comerciales de pícaros de cuello y corbata; ávidos por incorporarse a esta metrópolis que a veces es un espejismo para los recién llegados.

 

Y yo atajando los descuidos:

 

-No dejen objetos de valor dentro del vehículo –les pido cada vez.

 

-Apaguen las luces innecesarias, que las facturas si llegan puntuales y despiadadas.

 

Luego me piden que le ponga otra “raya” a la tarjeta de crédito. Ellos desconocen las artimañas crediticias, los altos porcientos de interés para atraparnos en las deudas.

 

¿Qué hacer pues, actuar como aguafiestas y advertirles que no todo es de color de rosa?

 

¿O dejarlos que ellos mismos vayan descubriendo que a pesar de las grandes obras, la pulcritud y la majestuosidad, estamos en uno de los sitios con mayor tasa de desempleo  y pobreza?

 

Dejarè que la naturaleza humana siga su curso. Sufrirè con ellos –y con mi bolsillo- cada tropiezo y equivocación. Nadie aprende por cabeza ajena. Recorrerè cada trecho junto a ellos. Pero no harè como muchos otros que olvidaron que fueron recién llegados alguna vez y pretenden que saltemos las etapas que ellos mismos demoraron años en superar. Serè amoroso y comprensivo y rezarè para que se inserten cuanto antes en la “yuma”, que no es el paraíso terrenal pero  ofrece las garantías ciudadanas de una nación civilizada y democrática y la tranquilidad de un estado de derechos.

 

 

 

                                                                             Josè Luis Costa

 

                                                                            Miami Beach, 2011

 

Guben, East Germany, 1986

10 de febrero de 1986

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                                           10 de febrero de 1986

 

 

 

                                                “Al fin y al cabo somos lo que hacemos

 

                                                  Para cambiar lo que somos.”

 

                                                                        Eduardo Galeano

 

 

 

Hace 30 años, un día como hoy -10 de febrero de 1986- llegamos a Berlín Oriental, procedentes de la Habana, un grupo de cubanos con muchos sueños e ilusiones. Quiero saludarlos a todos: a Junco: el eterno trotamundos, relacionador público; a Hely Cèsar: mi compañero de pupitre, junto a Elizardo, Conchy, Rosendo, Carlitos…

 

A Jorge Masó, mi paisano santiaguero, quien frustrado e insultado por las bajas temperaturas –Febrero de 1986 marcó record histórico con 9 bajo cero en Berlín y 14 bajo cero en Cottbus- exclamó:

 

   -Me han engañao’: me trajeron para Siberia…

 

A nuestra querida Conchy, y su difunto esposo Cuba. A mi paisano Rolando, talentoso traductor. A Pedro Mendoza, por hombre y amigo. A Mario Mena, mi hermano del día a día en la fábrica y en la academia. A Iván Soler, mi compañero de sparring en el cuadrilátero de boxeo…ja ja ja

 

A Humberto Muñoz, mi maestro de guitarra y de canto. A Ramón Sardiñas, mi alma gemela, mi tutor en lengua alemana.

 

A Paula y Josefa: mis dos hermanitas de las buenas y las malas. Con ellas compartí el apartamento (junto a mi novia Olga) y luego el destino, años más tarde, nos reunió a todos en Cárdenas…y más tarde, laboralmente, en Varadero…

 

A Julio Leonard, el lobo. A Mario Bello, a Fidelito, a Guillermo el gordo, Bárbaro, Juan de Mata-el dicharachero e inseparable amigo de Masó-; a Alberto “palo quemao”, a Melvin “el trucuru” (quien afirmaba que el sombrero de Pedrito, cantante de los Van Van, era un regalo suyo).

 

A los difuntos Miclin, el Curro, Carlos, el indio, a Pablo (Dios te guarde) y nuestro querido Jorge Luis Barrios (Coqui): gran bailador, bronquero y amigo. A Aymee, Margarita, Yolanda, Noelia, Ketty…a todos lo que quedaron en Gubèn, después de la caída del Muro de Berlín, y hoy están desparramados por toda Europa. A los que regresaron a Cuba y a los que hemos encontrado por estos lares…

 

Que el Gran Arquitecto del Universo derrame sus Bendiciones en cada uno de ellos –principalmente en los buenos- y nos permita reunirnos algún día para volver a reír con los chistes y anécdotas de aquellos tiempos de nuestra adolescencia, que consciente o inconscientemente, marcaron para siempre nuestra existencia.

 

 

 

                                                           Josè Luis Costa

 

                                                           10 de Febrero de 2016 (30 años después)

 

 

 

 

 

 

                           El  Princeso

 

 

 

Hoy viene a mi mente aquella escena donde el pequeño Princeso –como así mismo se decía- dio los primeros pasos. Llevaba días caminando por toda la casa, sostenièndose siempre de los muebles alrededor, y en esa ocasión se atrevió a soltarse y caminar unos pasitos inseguros, pero sonrièndonos, como si pudiera medir, en su corta edad, la magnitud de aquel evento y lo que representaba para nosotros.

 

Su sonrisa iluminó nuestras vidas. No hubo cámara fotográfica para captar la imagen, pero ahí estábamos su madre y yo, para presenciar el logro. Así echó a andar y no ha parado de darnos alegrías en estos diez años.

 

Recuerdo cuando balbuceaba sus primeras palabras y el enfado –fingido- por mi esposa, porque la palabra “papá” llegó antes a su vocabulario: su primera frase incluía una serie de sonidos incomprensibles, terminada en la palabra “papá”. Nunca supimos el significado de aquel bello discurso que ha producido la alegría más grande de nuestras vidas.

 

El Princeso nació en zurrón y nos tuvo la madrugada del 14 de Julio bien ocupados con su llegada al mundo. Nuestra reina madre quedó muy débil  despuès de los dolores y de la operación y yo, vestido de verde, dentro de la sala de cuidados intensivos, no hallaba què hacer con èl para detener su llanto de pequeño tragón que, además de estar insultado por la forma en que lo sacamos del vientre calentito, donde tenía sus condiciones creadas hacía nueve meses, reclamaba a gritos la toma de leche que la madre aún no le podía suministrar. Hubo que llevarlo a otras recièn paridas para ser amamantado. Sólo así se tranqulizó y durmió unas horas.

 

El Princeso ha crecido sano, fuerte, alegre, sabièndose querido y deseado. El sabe que es el centro de nuestras vidas, y su madre –sabia mujer con la que Dios me ha bendecido- lo educa diariamente para que sea un caballero de bien, correcto, formal, humilde, inteligente, sensible, cariñoso…Ella le inculca el respeto y la reverencia al Creador y el Princeso sabe que una simple oración lo separa de Jesús.

 

El, raramente usa su camita: a pesar de la edad insiste en dormir con nosotros. Unas veces cedo yo, otras cede ella. Los amigos –algunos-nos  critican  por esa invasion de privacidad matrimonial, pero somos felices así y eso es lo más importante. Lo demás se aprende en el camino. En ocasiones duermo yo en su camita para que èl duerma abrazado a la reina. Nos turnamos, aunque mayormente dormimos los tres ositos, juntos, así lo podemos “machucar” cariñosamente…

 

El Princeso no puede expresar todo su sentir , porque está ocupado en su mundo de juegos, escuela, videos, tareas; pero si se lo pidiera –como dijo Martí- grandes cosas escribiría, porque los niños buenos, aplicados, sensibles –como èl- saben exteriorizar ciertos misterios del alma mejor que nosotros los adultos, que ya estamos viciados con nuestras ambiciones, fracasos e inconformidades.

 

Los niños sólo ven la parte buena de la historia y, aunque sufren tambièn cuando les falta un ser querido, prefieren pintar la vida de ellos y la de los que los rodean de alegría y felicidad.

 

iDichoso aquel que siempre está cerca e identificado de los niños! , pues mágica e inexplicamente , adquiere sabiduría y se contagia con su festividad de vida.

 

Yo bebí de esa fuente por diez años y aunque hace tiempo que no la tengo a mi lado, me alimento de ella como un loco desesperado que busca la salvación.

 

El recuerdo de mi Princeso me entristece cada mañana al despertar, no tenièndolo a mi lado, con sus preguntas ocurrentes y graciosas y sus besos  y “quieritos” expontáneos. Anhelo llevarlo cargado a su camita, despuès de caer rendido y fatigado por  la actividad del día. ¡Cuánto no daría por besarlo tiernamente o mordisquear sus piececitos –“que caben en un beso”- en medio de las carcajadas que esto le provoca! ¡Cuánto bien me haría jugar a los abracados por varios minutos y disfrutar su insulto rebelde  e infantil cuando lo inmovilizo y no le permito golpearme! ¡Cuánto extraño verlo sentado, disciplinadamente, haciendo sus tareas escolares o escribiendo su diario! iCon cuanta alegría volvería a dialogar con èl en inglès o alemán, regalándome aquella sonrisa pícara, que me anuncia una adolescencia interesante: combinada de conocimientos acadèmicos, inclinación por la literatura, impulso enamoradizos precoces con las hembras mayores que èl y con la gran sensibilidad que lo caracteriza!

 

Lo imagino paseando en su biscicleta, corriendo con su amigo Joan, jugando con sus primos Lili y Michael. Lo veo sonriente con flores para abuela Mirtha o su maestra Mayra y la rosa más linda para  su madre: no puedo evitar las lágrimas de añoranza…

 

Mi Princeso leerá este artículo y guardará muy dentro de su corazoncito puro los sentimientos más íntimos sin expresar. De pronto ha crecido más de lo habitual. Quizás se pregunte alguna vez por què demora tanto esta separación. El me extraña y valora en toda su magnitud – al igual que yo- cuan precioso y transcendental es amanecer juntos cada día, “machucándonos” , besándonos, jugando a los escondidos con mami por toda la casa, fingiendo que no lo vemos, cuando se escabulle, bajo las sabanas, entonando la melodía de la “pantera rosa”…

 

Pero este capítulo pasará, pronto, y entonces habrá un reencuentro que marcará nuestras vidas para siempre, No habrá necesidad de decirnos cuánto significamos el uno para el otro. Nuestros lazos serán más fuertes de lo que hubièramos imaginado. Seremos el Princeso y yo, padre e hijo, seremos hermanos, seremos amigos, aliados en esta bella aventura en la que estamos destinados, por Decreto Divino, a dispensarnos amor y respeto eternamente. Seremos los tres ositos, unidos, inseparables; yo vigilando, guardian; ella respetada y venerada, en el lugar especial que se colocó el día que se hizo mi reina y lo trajo al mundo convirtièndolo en lo que es: nuestro Princeso.

 

 

 

                                                                                          Miami, diciembre 2005